Su nombre les define, pues allí vas básicamente a luchar. ¿Y contra qué? Contra el sobrepeso, el aburrimiento, el estrés, el sedentarismo, la monotonía, contra tus propias limitaciones, las barreras que crees no poder vencer… A luchar, en definitiva, contra el oponente más formidable que puedes encontrar: tú mismo.
Es un club para la gente que ya se ha aburrido de los gimnasios tradicionales. No es un centro de fitness. Allí no vas a encontrar máquinas con displays digitales de última generación, ni vídeos, ni música atronadora… para eso ya tienes un montón de gimnasios low quality (¡perdón!, queríamos decir low cost). Ya pasas demasiadas horas en el trabajo y en casa sentado delante de una pantalla, y es absurdo que el rato que sacas para hacer deporte vuelvas a sentarte delante de otra.
No tienen pulsómetros, ni cuentan kilómetros, escalones o las calorías que supuestamente has quemado. Utilizan sistemas de medición tradicionales: tu camiseta encharcada al terminar la clase, tu ropa cada vez más holgada, tu cuerpo cada vez más duro y flexible y la sonrisa de satisfacción que tendrás al salir por la puerta de Fightland.
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